De paseo con ilustres geógrafos belgas

Un día de Sol y bella compañía son los ingredientes perfectos para lanzarse a descubrir Bruselas. Un ciudad caótica, un caleidoscopio urbano que no se deja conocer fácilmente, reflejo del carácter belga. Sin embargo, la capital de Europa tiene un atractivo especial, es como un libro con una gran portada. La Grand Place correspondería con esta, un maravilloso aliciente para sumergirse en su corredores, dejarse impregnar por esa decadencia «bruxeloise» y por ese capricho modernista que ha dejado las perspectivas de la ciudad más picassianas que habitables. No obstante, trás varios paseos, la ciudad empieza a ofrecerte capítulos emocionantes, donde nada esta colocado al azar, aunque lo parezca, donde la turbulenta historia ha dejado su impronta en cada céntrico rincón.

Y así fue como me encontré un día con dos ilustres geógrafos belgas del S.XVI.

Concretamente, en el Jardín del Petit Sablón, un parquecito de lo más encantador, me encontré con una retahíla de personajes ilustres por su feroz oposición a la dominación española. Aguijoneado por la curiosidad descubrí que algunos de ellos fueron decapitados en público por el Duque de Alba. Considerado el equivalente belga a nuestro «hombre del saco» o «el coco», por su actuación como gobernador de Flandes durante el reinado de Felipe II.

Sigo caminando entre héroes de la nación cuando me topo con ¡Gerardus Mercator!. El mismo, el inventor de la proyección cartográfica más ilustre de todos los tiempos, su Universal Transversal Mercator (UTM, para abreviar).

Yo con Mercator.

Con Gerard, se empeñó en que le tuteara, estuvimos hablando de su útil y funcional proyección cartográfica, que si un huso por aquí que si otro por allá, y también sobre su Atlas póstumo, cuyos mapas había tenido la suerte de ojear anteriormente aquí, también comentamos su relación con Ortelius, con el que había compartido mucha jornadas de «moules et frites», así como de su indumentaria. Muy simpático el hombre.

Tras despedirme de uno de los cartógrafos más ilustres de la historia, seguí hacia delante y…¿quién se aparece de repente?. Nada más y nada menos que ¡Abraham Ortelius!. Toma ya, el que faltaba, dos grandes geógrafos belgas en el equipo de rebeldes insumisos contra España, quien lo fuera a decir, siempre nos enseñaron que «trabajaron» para la corte española.

Yo con Ortelius.

Con Ms. Ortelius, más serio que Mercator, como demuestra su elegante collarín, debatimos sobre la fuente de inspiración para crear el primer Atlas moderno de la historia y su buen hacer al dirigirlo a la gente de a pie, que llegaron a encumbrarlo como bestseller.

Me contestó con sinceridad: mira Rodrigo, el Theatrum Orbis Terrarum trinfó porque era una edición de bolsillo con ilustraciones de gran calidad y a precio popular. Sin duda toda un visionario, 450 años antes del «problema de la piratería», este hombre ya tenía la solución!!. También comentamos su situación laboral cuando trabajó para Felipe II y sobre ese asunto dejó caer unos comentarios más tipicamente castellanos que belgas. En fin, Ms. Ortelius fue todo un personaje.

Intenté invitarles a un café y no reaccionaron, ante la idea de tomar un cerveza se mostraron más dispuestos, pero se escusaron diciendome que tenían las piernas algo acartonadas después de tantos siglos. Sin embargo, me invitaron a visitarles cuando quisiera, a condición de que empezará a estudiar flamenco porque, según ellos, con el francés no se vencerá la guerra contra España.

En fin, ese día pasé una de las jornadas más belgas de las que he tenido en mi estancia en Bruselas. Una experiencia para el recuerdo que quiero agradecer a Hathi, mi compañera de aventuras, y a estos dos ilustres científicos, Gerardus Mercator y Abraham Ortelius.

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